Yo tenía hambre y una herida abierta y estaba en ese rincón
donde mueren todos los deseos olvidados; aquel día me llenaste de caricias, cerraste la herida y sacaste de nuevo a luz, lo mejor de mí.
¿Cómo no habría de necesitarte?
¿Sabes? Yo para dejarme llevar no me sirvo de cualquier deriva, y con lo bonitas que son las sorpresas de cumpleaños, más si vienen en forma de tormentas de esas que alborotan todo, dentro y fuera de ti.
¿Cómo no habría de pensarte?
Si cada vez que cierro los ojos, mi mente me lleva a ese lugar, al mismo, en donde una y otra vez has desatado mis alas, has apaciguado mis llamas, me has llevado a un lugar
maravilloso del que no se quiere regresar.
Y si ya no vamos a vernos, anda, anestésiame de una vez y despiértame hasta que vuelva a ser mi cumpleaños.
Es una locura, lo sé pero y que ¿acaso eso no lo
convierte en algo precioso?
El truco es que te acostumbres a mi sonrisa, hasta
que me extrañes y sientas que me necesitas.
A ver si me explico y me entiendes o de plano me tendré
que morir de ganas y volver al rincón de siempre.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario